sábado, 3 de mayo de 2014



Paradise

Vio surgir como de la nada la figura grácil de la niña y avanzar con sus trenzas titilantes, un dos tres, a la pata coja, por la rayuela pintada en el cemento. Luego la vio apoyar los dos pies, cuatro-cinco, y al compás del vaivén vaporoso de su vestido de flores, seis siete, seguir sin resuello hasta alcanzar el Cielo. Fue entonces cuando levantó la vista y le miró, como si desde el origen de los tiempos hubiera sabido que estaba allí. “Talitaaaaaa”, oyó que la llamaban las amigas y la imagen, espejismo de agosto y piruletas, se esfumó, pero su nombre quedó pegado como un eco permanente a su oído. Verano tras verano la volvió a ver, ya sin trenzas, ya marcando volúmenes y formas, ya sin rayuela.
“Talita”, le susurraba ahora respirando su piel con su aliento, mientras ella, una hoja temblorosa en sus brazos, se replegaba a su sueño.




No hay comentarios:

Publicar un comentario