sábado, 24 de mayo de 2014


Fotografiar es escribir la luz y el Haiku es un tipo de poema japonés antiguo y muy breve (5-7-5 sílabas) que pone de manifiesto el arrobo que provoca la contemplación de la naturaleza y el  paso del tiempo y de estaciones. 



La combinación de ambos yo la llamo Fotohaiku.  




(1)


Entre las ramas
de plátanos en sombras
huye febrero.




(2)

 Caminar sola
escuchar los acordes
del pensamiento.




(3)


Flor de cerezo
rebosa por los poros
la primavera.




(4)


Volcar en la mar
el fardelillo triste
de sombras muertas.




 (5)


 El domingo huye
entre latidos de olas
y aire marino.




(6)


Claveles chinos
jalonan de naranja
la primavera.




(7)


Era la rosa
espejismo de abril
y duermevela.




(8)



Despido abril
entre fugaz belleza
y sombra absorta.




(9)


Tras el abismo
resurge la belleza
de la leve flor.



(10)


Pueblan Ezcaba,
corazones, Memoria
y hondo silencio.




(11)


...¡Si la leve flor
bastara para sanar
su universo...Ay!




(12)


Tintinea la flor
sedienta de caricias
y corazones.




(13)


Soñó otra infancia
de columpios marrones
de nubes quietas.


(14)



Silente escarcha,
muda se deposita
entre las hojas.


(15)



Amanecida,
entre tejados rojos
e inconsistencia.




(16)



Juntando letras
en la vieja máquina
germina el haiku.


(17)



Un sol impostor
que enmascara la helada
el glacial frío.




(18)



Por un instante
retorna la mirada
a lo invisible.


(19)



Muy lentamente
el día se acicala
en el espejo.




(20)



El mar, el cielo
disertan en un punto 
del horizonte.



(21)


Una luz tibia
abraza la soledad
de su silueta.




(22)


Mar de olas verdes
que a su paso deja
agreste estela.




(23)


Con vientos nuevos
sueñan las hojas secas
en el tejado.




(24)


Tenue rocío
en vegetal silencio
mece la rama.





(25)


Entre las sombras
la vida se reafirma
y reverbera.




(26)


Un eco propio
en la umbría del bosque
se abre camino.




(27)


Y renovados
 abrimos la cancela
al nuevo día.




(28)


Sobre la pared
se solaza la sombra
y la mirada.




(29)


Ropa tendida
en un secarral árido, 
ocre, infinito.




(30)


Al atardecer
se recorta la sombra
en la escalera.




(31)


Añil pasión
colmada de rocío
se entrega al dia.




(32)


Tras el derribo
la luz de nuevo emerge
y se reinventa.




(33)


Ella, la diosa,
proyecta una cadencia
de patina y luz
(Ella la diosa, 
a trece de enero 2019
ya no está, ni está su sombra).




(34)


El cielo mira
en remansadas aguas
y quiere ser pez.





(35)


Entre adoquines
camina el caminante
buscando un credo.


(36)


Una pena azul,
al sentir el olvido
la decadencia.



(37) 


Septiembre late
entre luz de membrillos
entre horas lentas.



(38)


Hacia ocres hojas
muda la acacia el color
cual crisálida. 





(39)


A la hoja quieta,
el caminante fugaz 
cuenta sus sueños.


(40)


De entre cenizas
con un cielo de fuego
renace el día.


(41)


En el camino
crepita la hojarasca
mece el silencio.



(42)

Hojas corazón
abrigan la gris tapia
y la humanizan.


(43) 


Llueven las hojas
un aguacero amarillo
inunda el suelo.




(44)

Silentes troncos 
miran tras el azogue
de las hojas muertas.




(45)

Llora la gota
añorando la helada
el frío invierno.



(46)

Cardo de invierno
que torna en luciérnaga
la fría escarcha.



(47)

Anhelando ya
un cielo de bálago
y de ocres olas.


(48)

Danzan las sombras
al ritmo de la tarde
y su cadencia.



(49)

Despunta el día
entre portillas, brumas 
y ecos azules.


(50)

Como la yedra
se abraza al tronco recio
 y mimetiza.


(51)

Prodigio de luz
que nace de la sombra
y su caricia.


(52)

Teje su tela
de ensueños, su universo
de amaneceres.


(53)

Tras las espinas
esconde su tesoro 
y su agasajo.



(54)

Al cielo raso
elevan sus miradas
tres cuerdas flojas. 



(55)

Una mirada
un soplo azul del viento
una eternidad.



(56)
Entre la umbría 
se cuela un haz de luces
y su misterio.



(57)

En sus anhelos
la abalea sigue al sol,
quiere ser aire.



(58)

Huellas de tarde,
que proyectan su sombra
y su cadencia.



(59)

Renace el día,
de un nevado resplandor
visten las flores.


(60)

Bellezas muertas
sobre el alambre penden
sus mudos rastros.










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