martes, 6 de mayo de 2014

"Exhumando fosas, recuperando dignidades"

Hace un año, el 7 de mayo de 2013, en el marco de la exposición "Exhumando fosas, recuperando dignidades", a propuesta de la ARMH, llevé a Bruselas la historia más reciente y dolorosa de mi pueblo, Valderas (León), como microcosmos o ejemplo de la barbarie fascista, con el texto que a continuación expongo.

Al grito de "Queremos justicia, tenemos memoria", dimos voz a las 113.000 víctimas enterradas en las cunetas y frente al Parlamento Europeo pedimos en un grito alto y unánime el NO a la impunidad de los crímenes fascistas.

 
EXHUMANDO FOSAS, RECUPERANDO DIGNIDADES.

Buenas tardes,

lo primero de todo, agradecer a la organización la celebración de esta necesaria jornada: “Exhumando fosas, recuperando dignidades”, y a la ARMH haber tenido la deferencia de invitarme a participar en esta mesa de víctimas y familiares de la represión fascista para  hablar, esa fue la propuesta de Marco, su Vicepresidente, de lo que ocurrió en mi pueblo, Valderas, como microcosmos o ejemplo de lo que pasó en otros muchos lugares de la geografía española, con particulares propias que iré desgranando.

Soy nieta de José Gómez Chamorro, natural de Valderas, de 34 años de edad, casado, de profesión panadero. Mi abuelo fue detenido el día 24 de julio de 1936 en la panadería en la que trabajaba como obrero, y trasladado al cuartel de Santocildes de Astorga, a unos 74 km de Valderas. Allí permaneció preso hasta la madrugada del 9 de octubre de 1936, en que fue fusilado junto con cuatro vecinos más de su pueblo en las tapias del cementerio.

Detenido por su tendencia política de izquierdas, su “delito” consistió, mientras estaba en prisión, en haber participado con cuatro paisanos de su pueblo, en el escrito de una carta-clave, que intentaron sacar al exterior para tener noticias sobre los avances de la guerra. En ella establecían un paralelismo entre los términos del campo de Valderas y las provincias de España y añadían unas instrucciones para que les informaran. Esta carta fue requisada y los cinco hombres condenados a pena de muerte, Causa 6/36,  por el art. 222.7 del Código de Justicia Militar, un código que data de 1890 y que los sublevados aplicaron en los Consejos de Guerra, que establecía que “quien directa o indirectamente mantuviera relación con el enemigo sobre las operaciones de la guerra sería condenado a la pena máxima”.

 Soy biznieta de Andrés Carriedo Callejo, natural de Valderas, de 59 años de edad, casado, de profesión jornalero. Mi bisabuelo fue detenido el día 25 de julio de 1936 y trasladado al cuartel de Santocildes de  Astorga. Allí resultó procesado por rebelión militar, según en el art. 237 del Código de Justicia Militar, y trasladado a la prisión de San Marcos en León. En juicio sumarísimo, Causa 349/36, le condenaron a pena de muerte, que le sería conmutada por la de prisión perpetua. El 18 de enero de 1937 le trasladaron al Penal de San Cristobal en Pamplona, y luego al campo de concentración de la isla de San Simón en Redondela, Pontevedra. En total permaneció preso siete años.

He querido saber cómo era el carácter de mi bisabuelo cuando regresó al pueblo, después de tanto padecimiento y horror. Mi padre, que entonces tenía ocho años, le recuerda siempre alegre, dado a chascarrillos, cariñoso y cuidadoso de sus nietos. 

Mi abuelo y mi bisabuelo fueron dos de los 178 hombres de Valderas, con tendencia política de izquierdas, que entre finales de julio y principios de agosto de 1936, fueron detenidos y  obligados a declarar en las cárceles de León y Astorga, hechos que aparecen reflejados en la Causa 349/36 de Valderas, un documento incompleto de 320 folios, que llamó especialmente la atención de la ARMH cuando se hizo con una copia del Archivo Histórico Militar del Ferrol, por el elevadísimo número de personas detenidas en una pequeña localidad.  

La población de Valderas en el año 1936 era aproximadamente de 3.300 personas, que haciendo un promedio de cinco miembros por familia, representa el  27% de familias de la localidad con algún miembro detenido.

De esa Causa General resultó que 23 paisanos fueron procesados y condenados a muerte. 11 de ellos, los dirigentes  y personas más significadas ideológicamente en el pueblo, cumplirían la pena máxima, mientras a 12 les fue conmutada la pena de muerte por la de prisión perpetua, siendo trasladados al penal de San Cristóbal en Pamplona. Tras varios años de prisión, algunos de esos doce hombres fueron puestos en libertad, es el caso de mi bisabuelo, pero otros no tuvieron tanta suerte y perecieron en el mismo penal.

Hasta aquí la historia oficial, la que aparece en los documentos, de la que hay constancia escrita. Pero es importante reseñar que muchos de esos 178 detenidos nunca regresaron a sus casas, siendo en muchos casos sacados por la noche de prisión y fusilados. A fecha de hoy, no hay una cuantificación exacta del número de asesinados del bando republicano en Valderas. Los mayores hablan de un centenar, pero con los datos facilitados por la ARMH  y el testimonio de mi padre, yo he contabilizado 73 personas, lo que representa un 11% de familias de la localidad que pierde algún miembro.

Señalar que en el mes de julio de 2012, la ARMH descubrió en la localidad de Estébanez de la Calzada, a 5 km. de Astorga, en un paraje de encinas llamado “el grillo”, dos fosas comunes con los restos de diez hombres que siempre se oyó a los vecinos de aquella zona que eran paisanos de Valderas. Los restos de esos diez hombres fueron exhumados por la ARMH y esperan su identificación en un laboratorio de Ponferrada.

En este punto cabe preguntarse …¿Por qué en Valderas hubo un número tan elevado de detenidos, muertos y desaparecidos? Para responder a esta pregunta se hace necesario trasladarnos a 1931, y analizar como Valderas vive, con varios años de adelanto, su particular guerra civil.

Valderas, pueblo situado más al sur de la provincia de León, subsiste hace ochenta años de la agricultura, la ganadería y  algunos oficios artesanales relacionados con las tareas del campo. Unos pocos propietarios de grandes extensiones de tierra, arriendan ésta a una clase media-baja para su explotación, mientras multitud de obreros del campo esperan todos los días en la plaza del pueblo a ser contratados por un escaso jornal con el que mantenerse ellos y sus familias, para hacernos una idea del nivel de vida de entonces, en 1935 el sueldo diario de un obrero era de cuatro pesetas con cincuenta céntimos y una hogaza de pan de dos kilos costaba una peseta con treinta céntimos.

(En el mejor de los casos, algunos obreros del campo, se ajustaban por temporada para la recogida de la cosecha o como “mozos de año” que atendían el ganado y dormían con los animales en las llamadas “pajeras”).

En esos años, el paro obrero era constante y frecuentes las huelgas en el ramo de la agricultura.

 En este contexto, existe en Valderas, ya desde 1904, una cierta organización obrera a través de una Sociedad de Trabajadores adscrita a la U.G.T., presidida en los años de la República por Falconerín Blanco, de profesión sastre.

Con el advenimiento de la República es proclamado alcalde Victoriano López Rubio, que regentaba un kiosko de prensa en la plaza del pueblo, cuyas ideas progresistas y las mejoras sociales que realiza nunca serían acogidas ni perdonadas no solo por la derecha de Valderas, sino de León, y sobre el que la prensa católica provincial “El Diario de León”, haría una labor constante de acoso y derribo.  

Entre las actuaciones del alcalde, reflejadas en las actas del Ayuntamiento de aquellos años, están: 

–Conceder en 1932 a esa Sociedad de Trabajadores formada por unos 400 obreros y dirigida por Falconerín Blanco, la cesión del terreno de ínfima calidad, cenagoso, sobrante de la vía pública, llamado “barrial”, para la construcción a facendera, es decir, de forma conjunta y organizada, de la Casa del Pueblo.

–A fin de resolver el problema del paro y el hambre crónicas existentes en el municipio, la corporación que preside Victoriano López Rubio, concede en el año 1933 a esa misma Sociedad de Trabajadores, el arriendo colectivo de una finca de 37 hectáreas llamada la Salgada, por veinte años mínimo y a 20 pesetas por hectárea y año, obligándose a otorgar un préstamo para el pago de dicho arriendo, condiciones muy beneficiosas para los obreros.

 –Retira el nombre de Padre Isla a una de las calles más céntricas del pueblo y le pone el nombre de Calle Lenin, actuación ésta que el diario de León de 10 de marzo de 1933 califica de “crimen” contra una de las más preclaras glorias leonesas. Esos años también se dan nombres a otras calles: Carlos Marx, 14 de abril, 1º de mayo, Avda. Pablo Iglesias, pero ninguna levanta tanta polémica.

–También se le recrimina prohibir, en base al artículo 26 de la Constitución de la República que establece el estado laico, las imágenes religiosas en entierros, procesiones y otras celebraciones religiosas.

En este escenario se va incubando día a día en los habitantes de la villa un clima civil insostenible y un odio profundo entre los dos bandos enfrentados: Por un lado los miembros de la corporación municipal y los integrantes del centro obrero, y por otro, la derecha con las J.A.C, organización juvenil de derechas, y el respaldo del clero.  En estos años, las trifulcas y reyertas en el pueblo con tiros por medio, son continuas.

Para ilustrar este clima de preguerra que se va fraguando en el pueblo, resulta clarificadora la noticia que sale en el diario de León de 19 de julio de 1932 aludiendo a una convocatoria de huelga. Dice así: “Todos los días los desgraciados ciudadanos valderenses andamos tristes y temiendo el momento en que un pistoletazo, sin saber por qué, nos abra las puertas de la eternidad…a la hora del mediodía apareció el día 13, en el poste de los anuncios pueblerinos, un papelucho sucio y mal escrito en el que sobre el pedestal terrible de la hoz y el martillo, se declaraba la huelga en el ramo de la agricultura. Así lo disponía el Comité presidido nada menos que por un sastre ¡Un sastre!“.

La detención el 26 de junio de 1933 de dos sacerdotes, (Nemesio García Pérez y Marcelino Macho García), así como el registro y la clausura del local donde se reúnen las JAC, es importante por las consecuencias que traerá consigo: un mes más tarde el Gobernador Civil suspende a Victoriano López Rubio como alcalde, y ocupa su puesto el compañero socialista, Gregorio Ruiz García, que dura en la alcaldía exactamente 21 días, esto es, desde el 25 de agosto de 1933 hasta el 16 de septiembre de 1933, en que sufre un atentado terrorista por elementos de derechas del pueblo, falleciendo días más tarde. La venganza contra el alcalde socialista asesinado no se deja esperar, y el 31 de diciembre de 1933, (Nemesio García Pérez), un capellán castrense retirado del pueblo, es objeto de otro atentando por parte de elementos de izquierdas del pueblo, salvando la vida por llevar chaleco antibalas.

Las elecciones de 1933 llevan al poder a la derecha (bienio radical cedista) y los nuevos dirigentes retiran la placa de Lenin y deniegan la prorroga pedida por la sociedad de trabajadores del pago de la renta de la Salgada. El triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 sube de nuevo a la izquierda al poder, que para paliar el paro que afecta ya a 600 obreros, se plantea, con subvenciones de la Diputación y Estado, el arreglo de calles, caminos vecinales…hasta la recogida de la cosecha, que viene a coincidir con el estallido de la guerra civil en toda España.

Los días 18 a 24 de julio de 1936 políticos, campesinos, obreros, mujeres y hombres de izquierdas de Valderas patrullan las calles en un desesperado intento por defender la República, esperando refuerzos de las columnas de León y de Asturias que nunca llegan. El 24 de julio una columna de rebeldes ocupa el pueblo y empiezan las detenciones de los 178 hombres, que son consecuencia clara, sin concesiones, del odio y la venganza acumulados por la derecha a lo largo de varios años. En la Causa General las acusaciones que vierten las “nuevas fuerzas vivas” del pueblo sobre estos hombres, se dice que  pretendían violar a las jóvenes mayores de catorce años y matar a la guardia civil y de derechas, no pueden ser más demoledoras.

Mi padre cuenta que tenían un camión cargado de mujeres que afortunadamente no llegaron a movilizar, aunque sí detuvieron, procesaron y condenaron a pena de muerte a una mujer de 23 años de edad, Gregoria Robles Fernández, conocida como la “libertaria”, y acusada de agitadora del resto de mujeres del pueblo, que tras ser sometida a juicio sumarísimo, Causa 16/36, salvo la vida porque estaba embarazada. El tribunal que la juzgó consideró, leo literal, que “la promesa del hijo, fruto de amores que libremente le dieron, tenía derecho a la vida”, acordando no notificarle la sentencia de pena de muerte hasta cuarenta días después de su alumbramiento. Más tarde le sería conmutada por la de reclusión mayor (30 años).

El asesinato de los dirigentes de Valderas fue atroz.

Victoriano López Rubio, inmerso en la Causa 349/36, fue enterrado hasta el pecho en el patio de la cárcel de San Marcos y lapidado, una de las formas de asesinado más crueles, lentas, y primitivas que existen, el 15 de agosto de 1936, antes de tener un veredicto.  

En su certificado de defunción consta como causa de su muerte el diagnóstico de “parálisis cardíaca”.  Sigo la Causa con atención y de pronto su nombre desaparece inesperadamente sin que se le vuelva a nombrar.    

Sí le nombra siete meses más tarde en el nuevo semanario cultural de Valderas llamado Prisma, que ve la luz en septiembre de 1936, en una clara demostración de odio y falta de respeto hacia alguien que ya no existe:

“Llegado en mala hora a nuestro pueblo, procedente de las regiones asturianas, todas sus raíces se reducen a una mujer estéril que Dios le dio en matrimonio y el recuerdo del célebre kiosco convertido en astillas en las primeras horas del glorioso movimiento nacional…”

El presidente de la sociedad e trabajadores, Falconerín Blanco, es detenido en San Marcos y, sin que medie sobre él la burla del consejo de Guerra, es colgado de brazos, apaleado y golpeado durante dos o tres días hasta que muere sobre el 24 o 25 de julio de 1936. Cuando su mujer acude a llevarle comida y ropa le dicen que le han traslado a Astorga, sin que su familia vuelva a saber nunca más de él.  

Los once hombres restantes condenados a pena de muerte según la causa 349/36 son fusilados en el campo de tiro de Puente Castro el día 27 de noviembre de 1936.

 Sobre esos hombres  y el elevado número de desaparecidos de Valderas de los que no hay constancia escrita, nada más conquistado el pueblo por las fuerzas rebeldes, se  cumplió con creces el plan de exterminio preconcebido en los planes golpistas de hacer limpieza y eliminar al enemigo.

La Casa del Pueblo, en la que se incautaron las actas de reuniones y algún explosivo rústico y repuestos de armas  que se aportaron como pruebas a la Causa, se convierte en cuartel de Falange. De ella, la misma revista Prisma, escribe: “Podéis descansar tranquilos, valientes falangistas; si una de las formas de propiedad es el derecho indiscutible de conquista esta casa os pertenece por entero”.

Todo cambia. En Valderas, como en otros lugares de España, los vencidos han sido, en palabras de Dostoievski, humillados y ofendidos, y deben acostumbrarse a vivir cada día con sus verdugos. Es tiempo de silencio, de luto, pena, auxilio social, caridad católica, hambre, mucha hambre, injusticia, postguerra…Es tiempo de amnesia impuesta de la que también se ocupó el régimen franquista montando durante los siguientes cuarenta años, a través del sistema educativo y un férreo control de los medios de comunicación, toda una operación de lavado de cerebro, en la que se nos trató de inculcar que la sublevación militar se hizo para salvar a España del comunismo, “del terror rojo”, en un país dividido en buenos y malos, en el que los buenos eran, claro está, los vencedores.

Un franquismo sociológico, que según Paul Preston, afectará todavía a tres o cuatro generaciones.

En Valderas, hoy pueblo reducido a una población de 1.943 habitantes, la mayoría de edades comprendidas en la franja de 70 y 80 años, hijos de la guerra civil, el último superviviente de los 178 detenidos falleció hace unos meses, en cuestión de memoria histórica hay poco avanzado en mi opinión. El viejo monolito levantado en honor a los caídos del bando franquista fue retirado en el verano de 2004, antes de la llegada de la ley de memoria histórica, aprovechando unas obras de remodelación de la plaza donde se encontraba con bastante polémica entre los sectores conservadores del pueblo. El monumento actual es un simple semicírculo recubierto en piedra con el lema del Ayuntamiento de Valderas y una frase: «A todos aquellos que sufrieron las consecuencias de una guerra que nunca debió existir (1936-1939)».

Pero el monumento actual, ¡ironias de la vida!, se muestra en una plaza que continua llevando dos placas con el nombre de José Antonio. Y otras calles y plazas de Valderas: Alcázar, Héroes Valderenses, Gobernador Ameijide, siguen teniendo nombres franquistas.

En mi opinión hay además bastante desconocimiento por parte de las generaciones más jóvenes de lo que pasó entonces, aunque en 2008 ocurren dos hechos que empiezan a arrojar luz sobre el tema: por un lado la ARMH toma contacto con algunas personas de Valderas a las que facilita la Causa General y Causas particulares, y por otro, se publica el libro “la memoria no se entierra” de Carlos de la Sierra, editado por la Fundación 27 de Marzo, actual sede de la Casa del Pueblo, que narra los sucesos ocurridos en Valderas desde 1931 hasta 1941.

Aún así, las familias no han sabido hasta hace muy poco donde buscar a los suyos, y hay casos en que no se ha querido buscar. En torno a la guerra civil en mi pueblo sigue habiendo un enorme silencio. Hablar de lo que pasó sigue causando vergüenza, o malestar, y algunos lo ven como una forma de abrir viejas heridas. Pero no son todos los casos. De mi parte, mi padre siempre nos habló de su niñez, de su familia, de su vida de lucha, y éste es, y será siempre, su mejor legado.

Solo desde la memoria, el análisis y reflexión de nuestra historia reciente podremos progresar. Solo desde el reconocimiento y la reparación podremos cerrar viejas heridas obligadas durante años a cerrar en falso.

Y hacer justicia pues esos hombres, como miles de hombres más, lucharon por un mundo mejor y una sociedad más libre y evolucionada, que nosotros, ahora, estamos disfrutando.

La sociedad y la historia tienen, tenemos una deuda pendientes con todos ellos.

Nada más.

Gracias por vuestra escucha.



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