domingo, 24 de abril de 2016


Peces


-Vamos, pececito, a nadar un rato.
Ha hecho un esfuerzo ímprobo por meter en la bañera a Matías, tumbado casi siempre en la cama, tan viejo como ella, que de ordinario no se mueve ni habla, pero que ahora la mira con sorpresa creciente y ríe y palmotea como un niño jugando con el agua. Como sorpresa siente ella al descubrir de frente, en jarras, a la mujer.
-No te había dicho, mamá, que te estuvieras quieta mientras iba a la farmacia. Mira cómo has puesto todo.
Mamá, ha dicho esa extraña a la que no ha visto en su vida. Y parece bastante enfadada, a pesar de que ella solo ve un diminuto reguero de agua, como un caminito, salir del cuarto de baño, discurrir por el pasillo, alcanzar el rellano para huir despavorido -en realidad eso es exactamente lo que ella desearía hacer-, escaleras abajo.
Más vale seguirle la corriente.
-Está bien, hija, no volverá a pasar.

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