El día 22 de mayo de 1938 se produce la fuga de 798 presos en el Fuerte
de San Cristobal (Pamplona) motivada, sin duda, por las durísimas condiciones
existentes dentro del penal. Solo tres o cuatro hombres, no se sabe con exactitud, consiguieron
escapar a Francia.
Este pequeño diario de ficción, “diario de una duda” nace de la hipótesis de cómo pudo haberse vivido la fuga para los que se quedaron y no huyeron.
DIARIO DE UNA DUDA
(Mensaje en una botella)
Veintitrés de mayo de mil novecientos treinta y ocho
Alguien gritó mientras cenábamos “las puertas del penal están abiertas” y la
gente empezó a levantarse y a intentar salir. De pronto el comedor parecía un
hormiguero amenazado por una tormenta de agosto. Es verdad que rumores de fuga
había habido desde que llegamos al Fuerte, pero esto de ahora era distinto, era
real. Juan y yo nos miramos desconcertados. ¿Vamos?, me dijo. Por un instante
pensé en escapar de esos muros, pero me quedé paralizado. Negué varias veces
con la cabeza. “Pues yo sí, yo me voy, huiré a Francia, prefiero mil veces que
me maten a este infierno”. Espera, quise decirle, recapacita, quizá no sea
buena idea, pero él ya se dirigía al sótano a recoger el fardelillo con sus
cosas. Juan, aunque era más pequeño, siempre tuvo más arrojo. Recuerdo que en
la fiesta grande del pueblo, quince días antes de estallar la guerra, embistió
al morlaco mientras yo, con el alma en un puño, le veía dar los lances desde la
valla de piedra.
No nos abrazamos, no había tiempo que perder, y cuando huía vi que Arcadio,
un paisano de nuestro pueblo que había corrido la misma suerte que nosotros, primero
Astorga, luego San Marcos, ahora Ezcaba, como le dicen aquí, se abalanzaba
junto con un tropel de presos hacia el patio. Por segunda vez pensé seguirles y
de nuevo me quedé anclado al sitio. El miedo es una losa que te paraliza el
cuerpo, la capacidad de raciocinio, hasta de ver con claridad. Si supiera cómo
combatirlo…
En medio de los pasos apresurados, las voces, los vivas a la República y las carreras,
se oyó un disparó. Los guardianes nos obligaron a abandonar el comedor y a
punta de pistola nos condujeron a los sótanos. Más tarde me enteraría de que
para poder huir habían matado a un carcelero.
No pude pegar ojo en toda la noche imaginando tu huida monte a
través, pensando que debí acompañarte,
no dejarte solo en esa carrera de obstáculos, lamentando no haberme despedido de
ti. Si al menos hubiera habido, hermano, un instante para el abrazo…
Veintisiete de mayo de mil novecientos
treinta y ocho
Vivir en un infierno, esto han sido estos tres días, oyendo las
detonaciones en el monte, los gritos, los ladridos de los perros, sin un
momento, ni de día ni de noche, para la tregua. Dicen que matan a todo el que
pillan y lo dejan tirado para pasto de alimañas. Y aquí dentro los carceleros
andan rabiosos, la pagan con nosotros, nos insultan, nos empujan, nos tratan
peor que a animales, los recuentos son continuos.
Hoy han empezado a traer gente, entre ellos a Arcadio. Lo llevaban
esposado con otro a la Brigada Uno ,
un sótano inmundo y oscuro como un abismo. Quise acercarme, preguntarle por mi
hermano, le hice seña con la cabeza, él me miró un instante con la mirada
extraviada, como si no me reconociera y siguió, le siguieron, para adelante. No
quiero pensar lo que le espera, yo al menos tengo mi toldo azul, ese trocito de
cielo que es lo único que me mantiene ligado al mundo.
Cuatro de junio de mil novecientos treinta y
ocho
Trece días desde la fuga, lo apunto en la pared con palotes para
tener un control del tiempo, también para mantener el equilibrio y el ánimo
altos, tan fáciles de perder en este infierno… Dicen que han cogido a todos,
pero siguen rastreando el monte y trayendo gente a diario, así que yo creo que
lo dicen para desanimarnos, y que se nos baje la moral a los pies, y que nos
derrumbemos. Cada vez que las puertas del penal se abren con el corazón encogido
busco a mi hermano en los rostros atezados y rotos de mis compañeros. Pero nada.
Hoy en el comedor se ha rumoreado que ya alguno alcanzó Francia, y quiero creer
que Juan esté entre ellos. Su enorme agilidad y capacidad de aguante tienen que
jugar, me digo una y otra vez, como bazas a favor… también quiero creer que tal
vez se ha arrimado a alguno uno de los gudaris que conocen el monte como la
palma de su mano…
Anoche soñé con él. Soñé que se acercaba y me tocaba el hombro y me
despertaba. Tenía buen aspecto, como cuando antes de la guerra. Llevaba el
traje gris oscuro de raya diplomática que usaba los domingos y una camisa
inmaculada. Con el rostro iluminado me decía que había traspasado la frontera,
me daba recuerdos para todos, madre, los tíos, sus amigos de infancia, Dora...
Lo conseguí, decía, y con su mano nervuda me ofrecía un mendrugo de pan. Cómelo,
es pan francés. Yo alargaba la mía e intentaba cogerlo, pero a pesar de estar muy
cerca no lo conseguía. Así una y otra vez, hasta que lleno de desasosiego, desperté.
Sentado en el jergón pensé en el significado del sueño. “Ya está, ha muerto, la
imagen que acabo de ver es la de su mortaja”, y en medio de la oscuridad, de
las toses de los compañeros de celda enfermos de tuberculosis y de hambre, de
una humedad que se mete hasta los tuétanos, del olor a humanidades compartidas,
de una tremenda soledad, (a nadie podía despertar y contarle mis
preocupaciones, cada uno tenemos bastante con las nuestras), creí enloquecer. Por
la noche la cabeza se te llena de fantasmas y de malos presagios que no hay
forma de espantar. Sin pegar ojo fue llegando la amanecida. Hoy, a pesar del
toldo gris plomizo que planea sobre mi cabeza, veo todo distinto, con otro
ánimo. Debe ser por la lluvia. En vez de quedarme pegado a la pared como el
resto hace unos momentos me he acercado hasta el centro del patio para recibirla
sobre mi rostro bañado en lágrimas, sobre mi cuerpo insomne, sobre mis manos extendidas
como quien recibe una ofrenda.
Siete de julio de mil novecientos treinta y
ocho
Después de dos meses le han vuelto a subir pálido como la cal, flaco,
desorientado…, le he tenido que decir quien era y después de un silencio en el
que parecía buscar pista me ha dicho que no sabe cómo ha podido resistir si no
les daban de comer, en un mes contó veintitrés garbanzos, y el agua la bebían
de una infiltración que había en la pared, y dormían en el suelo, sin jergón ni
nada, y las necesidades las hacían en un rincón… pero lo peor de todo era la
falta de oxígeno que le sumía en ocasiones en una agonía insoportable. Le he
escuchado hablar como quien escucha a un muerto resucitado. Cuando ha terminado
con el alma en vilo le he preguntado por Juan. Se ha quedado cavilando, como si
avistara un recuerdo muy lejano. “Le perdí la pista cuando cruzamos un río”. “Por
ese lado no hay peligro, es buen nadador, en el concurso de las ferias del
treinta y dos, ¿te acuerdas?, ganó un saco de harina”. Sí, ha dicho sin mucha
convicción. Nos hemos quedado callados y al entregarle el trozo de libra de chocolate
que me quedaba el carcelero me ha descubierto. Le he plantado cara, desafiante,
y tras un momento de tensión ha desviado la vista. Todavía no me creo mi osadía.
Mientras observaba a mi paisano masticar con ansia, los ojos extraviados, ajeno
a mi mirada, he llegado al convencimiento, yo también, de que mejor muerto que
este infierno…
Veintidós de agosto de mil novecientos
treinta y ocho
Hoy escribí a madre y con la excusa de que aquí todo lo controlan le
dije que no le podía poner mucho, pero lo cierto es que no le quería decir que Juan
se fugó hace tres meses y que después de ese tiempo sigo sin noticias. Le dije
en cambio que estamos bien, que no se apure, que con su última carta nos llegó
el tabaco y las mudas y el chocolate. Tres meses. La vida en el penal está hecha
de actos rutinarios, despertarse, bajar al comedor, asistir a los recuentos en
el patio, barrer las celdas, acudir a misa, mientras intento no pensar, pero a
veces, sobre todo por la noche, me debato entre sentimientos contradictorios, ¿Juan
vivirá?, ¿habrá sido pasto de alimañas?, sin llegar a ninguna conclusión. Algún
día, supongo, sabré la verdad, y mientras llega intento mirar para adelante, aferrarme
a ese trocito de cielo como quien en medio de tinieblas vislumbra un destello.
Mensaje depositado en una botella el 18 de Mayo de 2014.
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