Horror vacui
El agua bajo los pies
y una voz procedente
de la copa de los árboles
invitándole a volar
de rama en rama.
Decide quedarse muy quieta,
sabe que más pronto que tarde
la luz llenará el vacío
de los ratos tontos,
-esos en los que uno no sabe
si seguir o pararse-.
Y tomará las riendas
de los espacios propios,
de las formas amadas.
Volverán los apegos
a asirse a su tripa
como manitas de niños
que nunca crecieron.
Y seguirá su rumbo,
el suyo, insisto,
tal vez renovado.
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