Viaje interior
Salgo a la calle
Necesito
despejarme,
No todos los
días estalla el bote del desodorante en mi cara,
Ni oigo
hablar con conocimiento empírico de los “tumbaos”,
Esos hombres y mujeres
(como la desfondada Meryl Estreep de Los puentes de Madison)
Que un día
decidieron
Quedarse en
cama
Y no
levantarse más,
O que los
electroshock están indicados -ya rara vez se aplican-
Para erradicar
la memoria del dolor.
Uno llega al
conocimiento de las cosas cuando llega, si llega.
Mientras
camino me repito mentalmente
Que rencor y
culpa
No sirven
para nada.
Pienso:
Todo lo que
el otro dice revierte en mí a poco que (yo) reflexione,
Todo lo que
digo revierte en el otro a poco que el otro reflexione,
Unos y otros
vamos ajustando posiciones
De
acercamiento
O de alejamiento,
Según.
Pronto será
navidad,
La gente va
por la calle en manga corta.
Hace un
calor impropio.
Con mi
abrigo me siento desnuda
Por dentro.
La palidez
es el color del pensamiento en el rostro humano. Ciorán.
Después de recorrer
varias tiendas y puestos
No encuentro
el desodorante duplo que busco,
Sin embargo me
compro un cordón negro para el cuello.
De vuelta a
casa,
Un reclamo de
la fiesta de Halloween
Me hace tomar
conciencia de que no soy de ningún sitio,
Tampoco de
la ciudad desarraigada,
Ni siquiera
de mí misma.
Por un momento
me pregunto ilusoria-mente
Si alguien
es de algún sitio,
La respuesta
es categórica-mente afirmativa,
Hay quien se
esmera,
hace
méritos propios y hasta ajenos
Por pertenecer
a la manada.
Compro en el
super cerveza y ensalada primeros brotes,
En el
ascensor me encuentro con la vecina del sexto,
Quiere
venderme un producto para mis bolsas y acné,
Está intentando concertar una cita.
Yo en cambio quiero que deje en paz mi piel, mi intimidad,
La ahuyento
mansa,
-La gente
está muy necesitada-,
Implacablemente.
Abro la
puerta,
29.10.16.
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