jueves, 19 de febrero de 2015


DISTANCIA DE SEGURIDAD




Ayer vi dos palomas en el tendal de la ropa del patio interior de mi piso. Pensé que se trataba de un cortejo, con el móvil saqué una foto de baja calidad (todas las fotos de móvil lo son), pero estaba contenta con el efecto conseguido. Mi patio tiene algo de saudade, de melancolía que me gusta. La fotografía la titulé "Cortejo de tarde en patio interior". 


Me equivocaba. Esta mañana al levantarme una de las palomas seguía en el tendal, y al notar mi presencia caminó inquieta de un lado a otro sin elevar el vuelo. Deduje que tendría un ala herida.



Yo no entiendo de palomas a pesar de ser de pueblo, solo sé que me gusta su zureo suave, intermitente, apaciguador. 

Me fijé que estaba muy escuálida, me pareció que tendría hambre. Trigo, pensé, ¿pero de donde sacaba yo trigo? Fui a la bolsa del pan y desmenucé la barra en cuatro trozos. Al abrir la ventana para depositarlos en el alféizar, la paloma elevó el vuelo, hizo un intento de alcanzar el tercer piso, pero las alas no la sostenían y acabó cayendo al patio interior y abandonado, donde antes de la crisis hubo una bizcochería. 

Su mancha inmóvil en el suelo me hizo pensar que estaba muerta. 



Pensé: ¡Qué mal fario tiene esta historia de cortejo equivocado, de soledad y caída!... Tiré uno de los trozos de pan al patio, la paloma se movió. Tiré un segundo trozo. Y un tercero.



Hoy, no sé cómo, la paloma vuelve a estar en el tendal. Y yo, entrenada en mantener una prudente distancia de seguridad para evitar afectos propios y ajenos, (tengo que calibrar muy bien para no acabar llorando) no sé qué hacer con la paloma a partir de ahora, no sé qué hacer con la paloma los siguientes días. 





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