miércoles, 25 de octubre de 2017


Jardín ausente


Cuando la luz cegadora
se coló entre las ramas de los árboles
del jardín ausente,
donde un día me adentré
sin permiso
para quedarme,
junto al olvido y la hojarasca
el caballo blanco y la negrura
el palacio calcinado y el silencio de sueños rotos, de troncos curvados, 
pensé,
ilusa,
que tal vez, ella sí, pediría permiso para quedarse.
Se lo hubiera concedido, en serio, a qué negarme.
-Vale, le habría dicho, total uno más.
Pero no lo hizo.
No pidió.
Ahora vivimos en el jardín ausente 
los ocupas del abandono
y
la
cegadora
l
 u
  z.

No hay comentarios:

Publicar un comentario