lunes, 23 de octubre de 2017

De palabros, su uso, su disfrute

Según el contexto en el que nos encontremos, hay un "bueno" nuestro que sirve para saludar cuando encontramos a alguien, un "bueeeno" alargado que usamos para despedirnos, un "bueno" escueto de asentimiento o acuerdo o aprobación... hasta hay un "bueno" alegre que empleamos los de tierra adentro para mostrar la emoción, las emociones.


Hay también un "ahí" muy nuestro que empleamos a veces en la conversación cotidiana para indicarle al otro donde está un determinado objeto. 
Ese "ahí" es un "lugar" concreto que está en la mente del emisor pero que en ese momento, como si fuera objeto de una amnesia puntual, no consigue nombrar. Esta falta de precisión produce la lógica exasperación en el receptor y una interferencia en la comunicación. 
Ese "ahíííí", que se pronuncia alargando mucho la tilde final, sirve lo mismo para señalar dónde está la sal, el alicate que guardamos de seguro bajo el caedizo, o la caja de monedas para dar "la vuelta" del pan, como muy bien señaló hace unos días Dani, la panadera de mi pueblo, a quien agradezco (también dedico) la atinada observación.


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