domingo, 12 de junio de 2016


Este poema, que no sé si es poema, tiene una historia. 
Hace algunos años me enteré que el maestro de Villaornate, Tomás Toral Casado, natural de Valderas, León, de 36 años, "paseado", pero no, asesinado sin eufemismos y de forma atroz en Villadangos del Páramo el 17 de octubre de 1936 por difundir cultura, había dado sus zapatos nuevos a un pobre que pasaba por la puerta de su casa, detalle que me dejó "tocada" y sorprendida pues no lo entendí, aunque tampoco pude olvidarlo. 
Más tarde conocí a su única nieta, Susanna Toral, inquieta, generosa, luchadora... y pasaron más cosas, mientras yo seguía de vez en cuando dando vueltas en mi cabeza a ese gesto del maestro. Y un día, como ocurre con todo lo que brilla con luz propia, tuve la revelación: lo suyo fue un acto de amor al prójimo, de entrega, de generosidad. De tal pasta estaban hechos aquellos hombres del 36. Llegar a esta epifanía me llevó años, y lo plasmé, finalmente, en este poema publicado por Astorga-Redacción dentro del contexto de las Jornadas Republicanas, las novenas, que se celebran en dicha localidad. 


El maestro que da sus zapatos nuevos



Es el año 33
Un pobre pasa por delante de la puerta del maestro,
Va descalzo,
Pide,
-Ésa es, indefectiblemente, muchas veces la misión de los más pobres-.
El maestro al verle se mira los pies,
Contempla sus ajados zapatos,
Se da cuenta, en ese preciso instante, se da cuenta
De que él al menos los tiene,
Y evoca el par, -negros, flamantes, de cordones, impolutos-
Que hace unos días compró en la tienda de calzado.    
Los mejores que tenían en esos momentos,
Pues a pesar de que el maestro es un hombre sencillo,
Un hombre sin aspiraciones materiales,
Siempre ha oído,
-Y eso se le ha quedado grabado, qué cosas -,
Que las personas todas,
Se visten por los pies.
Entra en casa,
Saca los zapatos de la caja,
Y se los entrega al pobre
Que atribulado los mira.
“Pero señor, son sus zapatos nuevos, no los puedo coger”. 
“Usted no tiene culpa de ser pobre,
Yo tampoco de tener dos pares de zapatos,
Deme la oportunidad”.
Y es tal la insistencia del maestro para que los coja, 
Tal su mirada de súplica
que el pobre marcha con ellos puestos.

El maestro entra de nuevo en casa,
Ve la caja vacía,
Y  se siente pleno por dentro,
Nada ni nadie, ni siquiera cuando a la hora de la comida su mujer le reprende por su acto,   
“Qué has hecho”, le dice,
Y “estás loco”, le dice,
Y “mira que dar al pobre tus zapatos nuevos”, le dice,
Y “sabe Dios cuando podremos comprar un nuevo par”, le dice,
Puede enturbiar su íntima,
Inexpropiable,
 -no solo de pan vive el hombre-,
Felicidad.  
El maestro se llama Tomás Toral Casado,
Es de Valderas,
Tiene 33 años
Da clase en Villaornate cuando tres años más tarde
Le ocurre lo peor
Que le puede ocurrir a un hombre,
Sea maestro, arquitecto o pobre. 
Pero esa es la segunda y última parte de la historia,
Y yo quería contar ésta,
Que pertenece al legado-semilla de historias
De un país
Que un día
Soñó
Primavera. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario