jueves, 15 de enero de 2015


Lisboa




Lisboa. La ciudad literaria. La ciudad de Pessoa. La ciudad de “sostiene Pereira”. La ciudad con categoría de personaje principal en una historia. La ciudad de los grafitis, de los Barrios Altos y bajos, de las calles en cuesta, de estrechas aceras donde guirnaldas de pasados festejos hacen compañía a solitarias bicis. La ciudad de viejos tranvías amarillos que trasportan gente triste y cansada al atardecer. La ciudad de la ropa tendida, la ciudad de azulejos desportillados en fachadas carentes de simetría. 

Lisboa. La ciudad portuaria y atlántica donde las palomas sestean a mediodía con el sol reverberando en las aguas del Tejo y los puentes tienen nombre de revolución. 

Lisboa, la ciudad donde vendedores amables hablan portuñol y exponen sus souvenirs en forma de sardinas y de gallos y de golondrinas mientras suenan ecos de tristísimos fados. 

Lisboa. La "cidade" de la tolerancia, de la decadencia. La ciudad que de ser de un color sería el amarillo. 

La ciudad donde se vive, se respira, se ama, se espera, se sonríe, se muere, se sobrevive como en cualquier otra, pero donde yo siempre quise vivir, supongo que porque todo lo que me gusta lo contiene ella en exceso. 

Lisboa. La ciudad donde por unas horas fui feliz.

Lisboa, la ciudad que respira saudade.

Lisboa, todo un sentimiento.

Lisboa, siempre quedará Lisboa.



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