lunes, 25 de agosto de 2014

No hay tiempo


Apenas hay tiempo para llegar tarde a los sitios,
Para levantar diariamente la cabeza del lodo
Para, en días calurosos de agosto y de domingo,
Estrenar zapatos de charol.
Para acudir a los saldos de los grandes almacenes,
Para acompañar en los entierros a los paseados de la crisis,
Para poblar tu cuerpo mancillado por un vacío azul y sin esperanza,
Para aceptar la muerte, ese imponderable con mayúsculas,
De padres que soportan
En afligidos brazos
Hijos sin cabeza
Que circulan
-Injusticia universal y más terrible-
Por todas las televisiones del mundo,
Por todos los magazines del mundo,
Por todas  las pantallas
Y todos los teléfonos
De cristal líquido
Y última generación.
Apenas hay tiempo, no, para recomponer las astillas de la barca varada en el viejo muelle.

Mucho menos hay tiempo para cuadernillos rosas 
en los que anotar fracasos,
Empeños imposibles,
Fuegos de artificio,
Quiebros, requiebros o quimeras.
Para tratar de sanar inútilmente de la bilis oscura como un pozo,
Ésa que los expertos de la razón llaman melancolía.
Para espejismos que vaticinan falsos oasis,
Para desimaginar, 
Para desmemorizar,
Para reconquistar cada olor olvidado,
Para recrearse en la pérdida.

No hay tiempo para vivir la vida desde este lado del espejo,
Mucho menos para invocar la vida desde el otro lado del espejo.


  

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